Archivo restaurado
Universo Centro 036
Julio 2012
Por ANDRÉS DELGADO
La experiencia como clientes es bien conocida,
¿Pero cómo funciona un motel por dentro?
Después de la rumba, a las dos de la mañana, Carlos y Claudia decidieron amanecer en la pieza de un motel donde los espejos fueron los juguetes preferidos durante la faena. Al día siguiente pagaron y los dos a lo suyo. Meses después alquilaron una película para adultos en un sitio especializado en videos de amateurs. La sorpresa cuando descubrieron que los espléndidos actores de la cinta, digna de una producción triple XXX, ¡eran ellos mismos!, pescados in fraganti por cámaras colocadas en espejos de doble cara durante su más reciente incursión motelera. Ahora bien, esto nunca hubiera sucedido en el motel Motivos, autopista sur a 16 kilómetros de Medellín.
Me detengo en la entrada, estiro el cuello por la ventanilla del carro y hablo con el altoparlante empotrado en la columna. Esperar a la entrada de un motel causa ansiedad y a veces pánico. Nunca será un evento cualquiera a menos que vengas a trabajar. Digo que me esperan en las oficinas y me abren las puertas metálicas.
Ahora estoy sentado en una sala con poltronas blancas y florero amarillo. Me recibe Alejandra Galeano, administradora del motel y encargada de darme un recorrido. La idea es mostrarme el funcionamiento del negocio. Comenzamos en La Recepción, que no es un hall con azafata sonriente detrás de la barra sino un mini mercado con estanterías atiborradas de productos del bar, atendido por una señora con gorro hospitalario, delantal rojo y chanclas. Desde la recepción se despacha lo que pide el cliente por teléfono cuando está encerrado en la piñata. “Nunca vemos su rostro —dice Alejandra—, son anónimos, lo reconocemos por el número de la cabaña o las placas del carro”. En el escritorio de la recepción hay dos paneles de control: botones rojos y bombillos diminutos. Uno para las puertas de los garajes y otro para los jacuzzi. Los pedidos pueden variar desde un jugo en agua y el encendido y apagado del baño turco, hasta el pago del servicio y el permiso de salida. Esta señora con gorro es la responsable de aquella cruel llamada que por obligación termina con “…pero si desea puede pagar una hora extra.”
En una encuesta rápida entre amigos y conocidos quedó claro lo malo de los moteles costosos: “la cursilería y los pétalos de rosa”. “La mayoría queda lejos y si dan ganas porque hay traguitos no se puede manejar y en taxi sale carísimo”. “Las bolsas rojas de las canastillas de la basura”. “Hacer fila”. En los baratos no gusta “el rollo de papel higiénico a medio usar en la mesa de noche y la señora en chanclas que golpea la puerta cuando se pasa el tiempo”. Lo bueno: “la clandestinidad”. “Uno sabe a lo que va”. “Se puede gritar y mejor si la nena vecina también grita”. “No se recoge el reguero”. “Los espejos”. “Los condones por si se le olvidaron”. “Tocar todo, abrir cajones, puertas, prender y apagar, preguntar cómo funciona”. “El streaptease ayudado por el juego de luces”. “Las chanclas desechables”.
Ahora estamos al frente de una cama doble impecable y recuerdo la gozosa sensación de encierro en un motel. Pero esto es más inquietante acompañado por Alejandra. A un lado de la cama está la Silla del Amor: una araña con patas metálicas y cojines negros para las parejas que se entretienen calculando ángulos y funciones trigonométricas. El valor es de $70.300 y la hora adicional por $13.100, siendo una de las 48 cabañas de menor costo. En el catálogo se precisa: “el servicio es por seis horas”. Me agacho y compruebo un pálpito: el colchón está apoyado sobre vigas de concreto. Claro: en los moteles no hay cama convencional que resista. Le voy a sugerir a la vecina del tercer piso que cambie la madera y las tuercas por el cemento y las vigas de hierro. Así todos estaremos más tranquilos.
En Motivos nunca se venderá una goma de mascar, por cuestiones de aseo en las paredes, pisos y sábanas. Pero si quiere frescura encontrará confites Halls. La sensación mentolada en la boca es considerada un juguete para el sexo oral. Quien lo recibe sentirá la frescura del polo Ártico. El asunto funciona igual si antes hace gárgaras con un enjuague bucal o se chupa un hielo.
Tampoco es permitido el ingreso a menores de edad o la entrada a una sola persona. ¿Y si un cliente quiere esperar a su pareja en la cabaña? Igual, no se permite. ¿Y por qué? Ahora vamos por otra habitación.
Además de las 48 sencillas —todas ellas con baño turco y jacuzzi—, el motel cuenta con 21 cabañas especiales, tres suites, dos dobles para cuatro personas y una super-especial, para un total de 75 cabañas que no dan abasto durante el día del amor y amistad. Otro mito de motel dice que el horario más vendido en semana es de doce a dos, cuando los empleados almuerzan y tienen excusa para no contestar el celular. Pero no es así. La mayor ocupación durante los fines de semana demuestra que el sexo es una actividad para el tiempo libre. Alfredo, un amigo putañero, tiene razón: “es un lujo moteliar los martes en la tarde”.
Cuando Mariana entró a la suite con Manuel, lo primero que vio en la cama blanca fue un cojín rojo en forma de corazón y los anillos brillantes de compromiso. Se llevó las manos a la boca abierta, sin saber qué hacer, y un segundo más tarde entró un mariachi cantando “qué bonitos ojos tienes”. Los sombrerones con pistolas y guitarras cantaban “Malagueña salerosa” mientras miraban por el rabillo del ojo el jacuzzi y la Silla del Amor y Mariana se cogía las manos y sonreía con pudor.
Está comprobado que las mujeres son más atentas. De cada diez reservas, ocho son pagadas por ellas, “aclarando que cuando es un hombre la cosa es más especial — dice Alejandra—, como el día del mariachi”. Carraspeo. En las reservas se pueden adicionar los kits con pétalos rojos. Motivos de Pasión está compuesto por botella de champaña y canasta de frutas. Motivos de Placer cuesta $78.000 y contiene además una torta para dos y la vela para la ocasión. Motivos de Amor viene con candelabro, tabla de jamón y queso y ramo de rosas. Los tres kits incluyen bombas decorativas y guirnaldas. También puede incluir al mago Fernandini o contratar a Fosforito para que le cuente unos chistecitos antes de partir la torta. No es una exageración, la piñata puede incluir el columpio, como los quinceaños: la cabaña 8C está equipada con el Loft Swing: el remedo de un potro medieval en un calabozo de tortura. Estoy por decirle a Alejandra que se monte al columpio a ver cómo funciona. Pero lo mejor es que lo ensaye yo mismo y ahora me balanceo en esta cosa negra, agarrado como un niño con las dos manos. En otras circunstancias esto debe ser muy divertido.
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