Nuria Cañellas
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Por Raul Trujillo
Bien podrá el lector considerar que en este caso el estilario está escrito con algo que modifica de forma sustancial el sentido de esta columna. Hasta ahora mis comentarios sobre el estilo salen a partir solo de la imagen de los invitados ya que no ha habido entrevistas ni diálogos con ninguno. En este oportunidad es diferente y tengo el gusto de presentarles a mi amiga Nuria Cañellas, diseñadora independiente y patrocinadora de cuanto proyecto creativo surja en la ciudad. Una ciudad que en origen no es la suya, ya que como “se nota” es hija de algunos de los pocos inmigrantes europeos que se enamoraron del exuberante trópico y lo convirtieron en su hogar, después de la segunda guerra y los periodos fascistas del viejo continente.
Del mediterráneo le queda la lúdica y el amor por los grupetes de amigos que en bandadas recorren y se toman los espacios haciendo suya la ciudad. Personas andariegas de lo público y lo callejero, como Yo, que nos gusta enseñar —léase exhibir y representar también— y siempre tener tema de qué aprender y hablar. En eso nos parecemos los catalanes y los paisas.
Cataluña, tierra de genios, poetas y bohemios, rica en ocio y placeres que se expresan en cada ritual de sus vidas, gentes que hacen de los oficios arte, vio nacer a Nuria, en una familia de tradición textil. Obvio que aquello se refleja en su estilo y en la meticulosa selección de materiales y de sus apariencias, que siempre lleva en una rica paleta donde todos los conceptos pasan migrantes, como corresponde al buen estilista en moda. Siempre hay en el fondo una caperucita con alma de pin-up.
Sexy y coqueta como su micro mini falda plato o rotonda que con el viento debe volar por los aires y exhibir las hermosas piernas en sus tacos que siempre darán tanto de qué hablar, sabe y tiene claro lo que se pone y para evitar morbosa grosería o pacato cuchichear, van las medias a modo de leggins —calzas o chicles— que aportan veladura y una dosis de calor que por estos días requieren las noches de la aguada capital primaveral.
Rojo siempre ha sido su espíritu flameante de flamenco y rockstar que por herencia de la belleza materna tiene mucho de la rubia BB. De la tierna y salvaje Brigitte Bardot, la actriz y sex simbol francesa que encendió los sueños eróticos de los jóvenes del 68 en su revolucionaria lucha por la creatividad y la diversidad. Y es muy de Nuria, suyo y característico el uso de un poco de encaje, o tejido, o randa o crochet, o malla… algo trans ella lucirá. Es que su blancura resalta y luce como mosaico moro al ajustarse estos tejidos a la piel, ya que de manola o cantaora, cuando se inspira, le gusta excitar. Así se dice tener éxito.
Hace rato que no nos vemos y disfruto mucho verla jugando conmigo a la eterna trenzona María, luciendo su canastita que bien sé que de lanas, agujas, especies, juguetes, ungüentos o peroles siempre atiborrada está. Me refiero a la María de los telenovelones de media tarde, ese personaje virginal que llegando del campo a la ciudad lucía en una mano una guitarra y en la otra una maquinita de coser con la que después de mucho “sufrir y luchar” se haría famosa diseñadora de modas y tendría su propia firma y local.
Bueno, pues ha sido María nuestra eterna colega y aún hace parte del imaginario de miles de chicas que hoy sueñan con ser coronadas —como en Cartagena, los reinados en Colombia deberían considerarse patrimonio para la impronta global— Reinas de la moda local. Nuria desde la industria y la artesanía lo ha logrado y es su lenguaje de “caribe boudoir” lo que la ha caracterizado y lo que se refleja en cada una de las piezas que elabora en sus acaloradas noches de tejedora de proyectos, afectos y pasiones que han mantenido viva la escena del arte, la música y la moda de la cultura joven de nuestra ciudad.