La película es recordada por la apasionada escena entre Lyda de Casablanca y Pepe Retana en el estudio del pintor, y por ser la primera vez que en Colombia se ponía en escena un asesinato. A esto se le sumaba no tener un argumento costumbrista que solo aspiraba a mostrar “bambucos y alpargatas”, como anotaba un cronista de la época. El público fue indiferente a pesar de ser una película novedosa, que prescindió de los intertítulos e incorporó una cámara dinámica, el uso de los viajes por la ciudad como motor de la acción, una notable utilización de los primeros planos, sobre todo en las secuencias del carnaval, y bellas tomas tanto en exteriores como en interiores. Lo mejor de la película es, sin ninguna duda, la actuación de Mara Meba, desenvuelta y sensual, con una gestualidad propia del cine, y un cuerpo gozoso y torneado debajo del vestido de seda, estremecido por el fox, el charlestón, y todas las pasiones habidas y por haber. Camina sola y desenfadada hacia su trabajo, acepta el acercamiento de un hombre extraño en la calle, es eficaz en sus labores y se defiende del acoso de un compañero de trabajo, visita la casa de su pretendiente y asiste con él, sin chaperona, a los carnavales.
La ciudad luce más moderna en su arquitectura y sus costumbres en pleno siglo XX: finas tomas del Parque de la Independencia, del edificio de Bellas Artes, de los automóviles y los teléfonos. La filmación en exteriores desde un segundo piso, donde se ven los protagonistas desfilando entre la multitud urbana, disfraces, serpentinas y comparsas; la toma desde la ventana trasera de un auto que deja ver las imágenes de la calle; y la acertada escenografía, vestuario y fotografía son algunas de las virtudes de esta película. Roberto Estrada estaba en su mejor momento, correcto ante la cámara, asediado y sonriente con las mujeres, encarador y decidido frente a sus adversarios, tiene su instante de clímax cuando acepta el desafío de su contrincante, se baja del auto, lo golpea y lo deja tirado en el piso. Los gestos y la coquetería de Mara Meba en ese instante son sublimes y armonizan a la perfección con unos encuadres bien iluminados. Al respecto de su trabajo en esta producción la actriz dijo: “Sobre todo, tiene escenas dramáticas de primera fuerza. Será un gran éxito, se lo aseguro a usted”. (Suena el teléfono, ella contesta, habla y cuelga). “Es Moreno Garzón. Dice que mañana haremos una escena en la calle. No sabe usted cómo aborrezco esas escenas. El público aquí es muy necio. Sobre todo, los chiquillos”.
Afirmaba el cineasta Luis Ospina que Colombia era un país sin galanes, pues a todos los hemos matado, desde el comunero José Antonio, pasando por el candidato Luis Carlos, y finalizando con Pepe Retana en El amor, el deber y el crimen, donde es asesinado en lo que parecen los alrededores del Cementerio Central. Fue la cuarta película de la dupla Moreno Garzón y Vincenzo Di Doménico, y lamentablemente la última, y debido a la falta de continuidad se perdieron los avances conseguidos a lo largo de la década. A esto se sumó la perniciosa presencia de Cine Colombia, empresa creada en 1927, que se encargó de comprar y cerrar los laboratorios existentes en todo el país, ya que su negocio era la distribución y la exhibición, y no la producción. Álvaro Concha Henao, en su Historia social del cine en Colombia, lo resume bien: “Se había perdido el capital, la continuidad y con ella las incipientes habilidades adquiridas. El país no pasó de las primeras letras (…) La desbordante competencia norteamericana y los problemas causados por la depresión del veintinueve se encargaron de clavar la puntilla en la cerviz de algún desavisado”.
Un fantasma con mucho encanto
Casi cien años después de caer abaleado en El amor, el deber y el crimen, Roberto Estrada Vergara regresó a las pantallas en Mudos testigos (2023), de la mano del fallecido Luis Ospina y del cineasta y escritor Jerónimo Atehortúa. Película collage de corte vanguardista, muy en el estilo del legendario cineasta caleño, con interesantes aportes de su codirector, quien fue el encargado de terminarla y darle el toque final. La película se armó con fragmentos de las tres películas existentes en las que participó Roberto Estrada, a las que se le agregaron pedazos de otras producciones colombianas de la misma época: Garras de oro (1927), El Valle del Cauca y su progreso (1926), Bajo el cielo antioqueño (1924), La tragedia del silencio (1923), Alma provinciana (1926), Madre (1925), María (1922).
La película se divide en tres partes, las dos primeras conservando la narrativa de las películas de las que toman sus protagonistas y su principal línea argumental: los amores prohibidos de Efraín y Alicia, con el mismo final trágico de Aura o las violetas y El amor, el deber y el crimen. Pero es en el tercer capítulo donde se emancipa su argumento y su forma, donde el espíritu de la película toma otro rumbo y se interna en una deriva existencial que no estaba en ninguna de las obras preexistentes. De algún modo libera a estas producciones, novelas y películas de su destino lloricón y necrofílico, y les insufla un aire moderno, emparentado con autores contemporáneos como el Wim Wenders de París, Texas o el Roberto Bolaño de Los detectives salvajes.
Efraín y Alicia huyen hacia el Casanare, como los protagonistas de La Vorágine, hasta perderse en una suerte de laberinto, en un viaje más interior que finaliza con Efraín y Alicia deambulando en la selva amazónica. La errancia, el azar, el viaje como aventura, sin metas, sin mapas, sin normas. Mudos testigos es la nostálgica representación de una época, un homenaje a nuestros pioneros, una muestra genial del uso de los archivos, pero es, ante todo, un acto de fructífera profanación de nuestro pasado cinematográfico, una “llave de entrada a nuevos terrenos”.
Roberto Estrada, al igual que Arturo Cova de La Vorágine, al que se lo “devoró la selva”, desapareció de nuestra Historia sin fecha de nacimiento ni de muerte, pero dejó una huella imborrable en nuestro cine y rebasó su condición de hombre anclado a una época, para convertirse en la primera estrella del cine colombiano.