CIUDAD DE NUNCA JAMÁS

Fotografías de Juan Fernando Ospina inspiradas en la colección del Cuentico Amarillo de la Fiesta del Libro y la Cultura.

“Los muchachos del laboratorio de física de la Universidad habían traído al detective para resolver el caso de un delantero derecho misteriosamente desaparecido y al que debían encontrar en el menor tiempo posible, pues de lo contrario el equipo de fútbol de la Universidad no ganaría el campeonato”.

El delantero derecho. Memo Ánjel, 2016.

Esquinas de Moravia, Medellín, 2024.

Los laberintos moravitas

Por GABRIELA PUPO

El primer encuentro con el fútbol en Moravia fue desde una esquina en la calle del mural del padre Vicente Mejía Espinoza. Una cancha suspendida entre las casitas de colores chillones apiñadas entre marañas de cables eléctricos soportados por postes inclinados. Teníamos el encuadre del arco derecho, lo demás estaba fuera de campo, el equipo rival estaba flojo, el arquero no recibía jugadas, los jugadores llegaban cada cinco minutos al área que podíamos ver y rápidamente perdían el balón. Nunca habíamos visto fútbol solo con un arco a la vista. Luego pasamos a la final esperada, Moravia contra Manrique en la cancha La Bombonerita, nos ubicamos en unas pequeñas sillas sin espaldar al filo del andén, próximos al primer arco, cerca de la hinchada de Manrique. Antes del juego final, se debía disputar el tercer puesto, por cuestiones de orgullo o pereza, solo llegaron dos jugadores de uno de los equipos y el otro equipo fue asistencia completa. 2 para 5. Un perfecto desastre. Gol tras gol del equipo completo. Gambetas, regates, ortos, intentos de chilena, la verdadera oportunidad para la revelación de sus trucos más sofisticados. Nosotros gritábamos al equipo incompleto, los débiles debían triunfar. El árbitro tras observar semejante desequilibrio, decidió cancelar el partido y dar apertura a la final. La Bombonerita estaba repleta de gente a sus costados y trepados en un edificio de ladrillos con un mural del DIM. En Moravia el espectador también se convierte en una especie de jugador: ataje balón para no ser chuzado en la cabeza, tenga las piernas listas para lucir su mejor golpe y librarse de un chichón. El partido en bordillo significa estar expuesto ante la rapidez e invisibilidad de la pelota. Los rugidos de los hinchas empezaban a llenar cada rincón, los únicos silenciosos eran los suplentes de Manrique, contemplaban el partido de pie al lado de su arquero, manoteaban a cualquier pérdida de balón o a las faltas notorias que el árbitro acumulaba, solo soltaban el grito profundo al gol de su equipo. Los jugadores tenían sed de triunfo, cualquier hueco posible, chutaban con fuerza, mejor pegarle a perder un posible canto de gol. El marcador siempre fue parejo: 3-2, 4-4, 5-4, el equipo local lograba llevar la delantera. En los medios tiempos, un hombre de camiseta gris y barriga de cervecero, pasaba desfilando la cancha para traer un trago de aguardiente a los de nuestra acera, luego se devolvía al otro extremo. El marcador resultó en empate, la única solución era resolver la entrega del trofeo con tanda de penales. El delantero derecho eran varios, aunque el verdadero lo tuvimos frente a nuestros ojos, con el número 88, Samay, un moreno alto con trenzas pegadas al cráneo, genuinamente, bloqueaba al rival, pegaba al arco, se movía como un guepardo.

-Ese debe cobrar el gol final, dije muy confiada a uno de los hombres cerca.

-Él juega bien, pero no es tan inteligente, mejor que lo cobre otro, me respondió mirando de soslayo. 

Se formó una ola de gente alrededor del arco, el andén desapareció, solo quedaron los viejos que se quejaban porque no podrían ver el cobro. Moravia tenía el último penal, si entraba, el pueblo moravita se levantaría en una fiesta perpetua, y como todo lo bueno no es tan bueno, el arquero de Manrique con sus manos al desnudo, lo tapó. Luego de varios intentos, el Moravia Dortmund pudo pegarle a la punta derecha de la red y alzar el trofeo. Las chocadas de manos entre los dos equipos, los abrazos entre delanteros rivales, la alzada de brazo para cobrar realmente el paraíso y premio de todos: dos cajas de cervezas para festejar la belleza de jugar porque sí. 

Partido final en la cancha La Bombonerita: Moravia VS Manrique. Definición por penales. Barrio Moravia, Medellín, 2024.