Número 140 // Julio-Agosto 2024

XIII

 HELÍ RAMÍREZ

Entre las cosas que la técnica industrial ha producido,

la nevera es un artículo de primera necesidad en la casa.

Sin ella los alimentos se dañarían en pocos días,

en quizá horas.

Si no existiera la nevera,

sin duda alguna los más perjudicados seríamos

los de las comunas pues comeríamos cuatro, cinco días,

y el resto del mes se viviría del clima

que desnutre y embrutece.

La nevera es una reina en la familia: conserva

Los frisoles hasta ocho días;

En su vientre la carne no se descompone,

y una sopa puede conservar su sabor hasta dos días.

En su rincón en la cocina, la nevera

impone su presencia sobre los demás objetos.

La mayor tristeza en una casa es abrir la nevera

y verla vacía, y se puede decir que abriendo

la nevera se sabe lo que se come. Por eso es muy

feo llegar a una casa de visita y abrir la nevera.

Una nevera sin alimentos en sus compartimientos es triste nevera.

La nevera tiene corazón, un corazón invisible.

Con la nevera se tiene hielito

para una sed de rumba.

La nevera es la reina de la casa, y que me perdonen

la estufa y la plancha, el equipo de sonido,

la licuadora y el televisor.

Una nevera es una nevera. Con ella el mercado

más rinde, ahora que la mujer tiene que guerrear

hombro a hombro con el marido para mantenerla

surtidita, con los alimentos gozando de buena

protección para por la tarde, cuando se llega a la

casa a descansar, no es sino llegar a calentar y a

comer, lo que hace la nevera sea una mujer gorda

en la cocina con la cual somos desagradecidos: se acaba

y no se le dan las gracias por conservarnos de comer

los alimentos en su sabor.

Por la nevera doy la batalla en este planeta o en otro.

Con cariño, a la gordita de la cocina

cuido sus cauchos interiores y la descargo para

darle su descanso de mes a mes.