El oro del silencio
En la región sienten que el control es absoluto y que los grupos han ido cooptando gente para extender la red de informantes y vigilantes, como aquellos que a finales de febrero pasado no perdían de vista el estrecho camino que llega al corazón de la minería en el Punino.
Desde julio de 2022 existen denuncias por el tránsito de maquinaria pesada. Incluso hubo una manifestación en Guayusa porque las retroexcavadoras dañaban la vía. Meses después, en noviembre, se registraba la presencia de personas encapuchadas y con armas, según una denuncia enviada por líderes sociales a autoridades civiles y militares, que no tuvo respuesta. En diciembre de 2022, 20 presidentes de comunas de San José de Guayusa reclamaron a las autoridades por la devastación que estaba dejando la minería ilegal en los ríos Punino, Sardinas, Lumucha y Acorano, donde aparecieron peces muertos o moribundos por la contaminación. “Los ríos prácticamente están muertos”, le dijo un indígena a la Red Eclesial Panamazónica.
También hay denuncias en Santa Catalina de cobro de peajes. En carpas hechas de plástico y palos, personas del sector —no está clara su relación con los mineros o con los grupos armados— cobraban entre 5 y 200 dólares, según el tipo de vehículo y el material que llevaban. Además, hay reportes de que habitantes de la zona alquilaban sus propiedades como bodegas para guardar el material aurífero, motosierras y motoguadañas. En San Lorenzo, en cambio, abrieron negocios conocidos como electromecánicas para arreglar maquinaria pesada y vender repuestos.
En la región también hay quienes están a favor de la minería. Tras los primeros signos de malestar, los mineros empezaron a darles combustible y dinero y “si alguien se enfermaba, los mineros prestaban el carro”, contó el guía del sombrero. También pagan las fiestas, los programas navideños o arreglan la iglesia, según testimonios recogidos en la zona.
Quienes protestaban han preferido dejar de hacerlo. Antes, todas las semanas, un grupo de ciudadanos exigía frente a la Fiscalía la atención de las autoridades frente a la grave contaminación del río Punino. Pero desde finales del 2023, esos reclamos públicos cesaron porque líderes sociales, activistas de derechos humanos y periodistas fueron amenazados.
El silencio es una sombra que acompaña a los habitantes de Orellana. “Tienen oídos por todos lados”, dice el guía del sombrero. Por eso tampoco es fácil tomar fotografías o videos que llamen la atención. Un entrevistado dijo: “Llevar una cámara es como firmar su sentencia”.
El panorama se vuelve más complejo porque a la presencia de Los Choneros y de los CDF en Orellana se suma la posible presencia de Los Lobos, otra banda incluida en la lista de “grupos terroristas” y rivales de Los Choneros. En noviembre de 2023, los cuerpos de dos hombres aparecieron colgados en el puente del río Payamino, en la vía Coca-Loreto. Estaban semidesnudos, tenían señales de tortura e impactos de bala. Uno era colombiano y el otro ecuatoriano con un tatuaje de lobo. Esto hizo a la Policía presumir la presencia de ese grupo que ha estado detrás de la minería ilegal, principalmente en la Sierra ecuatoriana.
Existe poca información sobre las actividades de Los Lobos en Orellana. Pero en febrero pasado circuló en Whastapp la imagen de un panfleto, escrito en mayúsculas, donde se amenazaba a funcionarios y estudiantes con secuestros si salían de sus casas. Estaba firmado supuestamente por Los Lobos y Los Tiguerones, otra banda delincuencial. El panfleto anunciaba el inicio de una guerra: “Ya lo hicimos en el Sacha, vamos por El Coca”.
En San José de Guayusa el abandono es evidente. Donde estaban los vigilantes de la vía a San Lorenzo alguna vez hubo un control militar, dijo el guía del sombrero, pero en el recorrido de febrero pasado, en pleno estado de excepción y combate a las bandas que el Gobierno ha calificado como terroristas, Plan V no observó ningún control militar ni policial en esa zona rural ni en los sectores urbanos.
El presidente Noboa ha buscado, a través de la declaratoria del estado de excepción, militarizar las zonas más violentas del país, sobre todo ciudades más grandes de la Costa por donde salen los cargamentos de droga, provenientes principalmente de Colombia y que son el combustible de las disputas entre los grupos criminales y de su guerra contra el Estado, pero para la Amazonía no ha hecho pública ninguna política específica.
El Punino se ha quedado solo. En medio de la selva amazónica es una zona en guerra que crece en silencio y nadie ve.