CARTA A LA CARRERA DÉCIMA
Hay algo en los perros callejeros que me
conmueve.
Son como niños. Los mandan a la tienda a
comprar el pan: dan pequeños brinquitos por
el camino, miran para todo lado y juegan con
la bolsa y juegan con las monedas en la mano,
es decir, dan coletazos al aire como abanican-
do el ocio y jadean porque sí o porque ven en
su paseo una aventura o algo emocionante que
merece brinquitos, que merece jadeos.
Siempre que veo perros solos en un camino
pienso que son como estos niños, pero no hay
tienda y mucho menos hay pan, buscan un
bocado que no siempre existe; los perros calle-
jeros no tienen padres que los pongan a hacer
mandados, son hijos de nadie y son padres de
muchos, sólo son hijos de sí mismos; van por
los caminos esperando el mandado de la luna,
del hambre, del frío.
Vagabundos, verdaderos vagabundos del
camino.