El godo
David Barguil (Cereté, 1981). Candidato del Partido Conservador.
El finalista
Gustavo Petro ha adquirido la postura del finalista, el que corre por delante a la espera de su rival y mira con algo de condescendencia a sus perseguidores. Eso le entrega una seguridad unas veces espontánea y otras veces alentada con unos tragos en tierra caliente. Es sin duda el más locuaz de los candidatos, Gustavo Francisco suelta su oratoria y su oído lo convence de que habla Jorge Eliécer. Su sueño no es la Casa de Nariño completa sino su balcón con vista a la Plaza de Bolívar. Sus posibles alocuciones son el terror de la parrilla de la TV. Disfruta como ninguno de los duelos retóricos: responde de revés con una calma socarrona, con la derecha la tira corta y cuando le juegan al centro suelta datos propios, interpretaciones muy suyas y teorías del idealismo mágico. Porque es también un gran inventor. Para esta, su tercera campaña a la presidencia, ha decidido abrir su pacto: la Colombia Humana demasiado humana incluye pastores cristianos, políticos curtidos y empapelados, caudillos santistas, liberales conversos, lagartos emergentes y expresidentes en remojo. Sabe que el caudillo necesita caudal por otras vertientes. Todos los candidatos ruegan para que se les aparezca el coco, una pelea con Petro es el sueño para mojar portada, la respuesta a un trino, la oportunidad de ser tendencia, hasta una selfi se le acepta al más influencer de la carrera presidencial. El malo de la película ha seducido a sus rivales. Pero Petro desconfía de su sombra, es malo para el deporte de conjunto y no cree en el mundo que se creó antes de sus ideas. Además, está seguro de que la paranoia es un sexto sentido. Para vice suena Verónica Alcocer. ¿Si en la Argentina de CFK se puede por qué aquí no? Muchos señalan la gran falencia del favorito: no sabe reír por cuenta propia, sonríe con un lado de la cara mientras se vigila con el otro.