Aterciopelada flor de la pasión
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Por LUISA SALAZAR
Una pinta de infarto. Top negro con la espalda destapada. Pantalón satinado, negro también. Botas platineras vinotinto. Gafas oscuras, enormes y azules. Esos guantes, largos hasta arriba del codo, negros y con plumas. Y ella en esa pinta fabulosa, pura elegancia medio glam rock. Con la cabeza rapada, collar de corazón, pulsera y un anillo gigante sobre el guante.
El día anterior los de la disquera la mandaron de compras a buscar ropa que cuadrara con la estética del concierto y solo un par de días antes la habían invitado a cantar en él. Casi se muere de la emoción. Años después de ese toque todo el mundo lo seguía recordando y la seguía recordando por eso. Pero ella no volvió a verlo, ni a escucharlo por mucho tiempo. El público se la pedía y ella nunca la cantaba. Al fin de cuentas no era su canción, era una canción de alguien más que ella había hecho suya por un momento. Tendrían que pasar veintitrés años para que la volviera a interpretar.
Sube al escenario el 12 de marzo de 1996 cuando Cerati la presenta diciendo: “Vamos a invitar a una amiga que se llama Andrea, de Aterciopelados, estuvimos compartiendo esta gira por Estados Unidos, el frío de Estados Unidos”. Ese martes con esa pinta perfecta se sienta frente al micrófono en una silla alta. Al principio se la ve un poco tímida, con una timidez casi infantil que contrasta con su imagen de cantante fatal. Canta el primer coro. “Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas, entre tus piernas”. Su voz grave, nasal y profunda empieza a derramarse por la música. “Sabrás ocultarte bien y desaparecer entre la niebla, entre la niebla”. Parece medio en trance y su cuerpo empieza a moverse acompañando a la voz. “Un hombre alado extraña la tierra”. Y termina de hundirse en esa canción que parece un lago oscuro de corrientes subterráneas.
El año anterior Aterciopelados había sacado El Dorado, una joya de disco. Empezaron a sonar en Latinoamérica y fueron número uno en varios países con Bolero Falaz. Luego los invitaron a abrirle a Soda Stereo en una gira por Estados Unidos. Esa gira terminó en Miami y al final los argentinos iban a grabar el unplugged de MTV. Para Andrea fue una sorpresa verse de repente al lado de Cerati cantando juntos En la ciudad de la furia.
Vuelve a cantar para la segunda mitad de la canción. “Con la luz delll solll se derriten mis alas”. Y hace esa cosa tan suya que es alargar algunas palabras en las consonantes y no en las vocales, un detalle que parece pequeño pero que hace que todo suene distinto sin saber por qué. Empieza a salir de lo profundo toda la emoción que se venía acumulando por días y eso salta a la vista y al oído. Para el próximo coro Andrea es pura emoción.
En los ochenta y principios de los noventa nadie venía a Colombia. Ni hablar de bandas importantes a dar conciertos. Quienes crecimos en esa época solo supimos qué era ir a un concierto de verdad ya grandes, después de la adolescencia. Pero Soda sí venía. Y uno de sus conciertos fue el primero al que Andrea fue en toda su vida. Tal vez por eso era tan fan de Soda y vivía medio enamorada de Cerati. Salir de gira con ellos fue increíble. Aterciopelados apenas estaba empezando y, aunque ya habían hecho tours, nunca nada así de profesional. Se iban con maletines para los viajes hasta que vieron que los de Soda iban con maletas de resina y rueditas. Ahí ya iban entendiendo cómo era el asunto, cómo era ser una banda profesional y famosa. Con sonido de primera y técnicos que cuidaban cada detalle. Esa fue una de las cosas que les dejó esa gira.
Justo antes de salir lo único que Andrea piensa es “que no se me olvide la letra, que no se me olvide la letra”. Por supuesto se le olvida la letra. O mejor dicho, no se le olvida, se confunde y la cambia. Empieza el coro final y ella desborda fuerza. Sigue sentada pero está llena de movimiento y parece que se va a salir de su propio cuerpo. “Sabrás ocultarte bien y desaparecer entre la niebla, entre la niebla. Un hombre alado extraña la noche”. Pero no es extraña, es prefiere. “Un hombre alado prefiere la noche”. Nada grave. Cerati canta la frase original apenas Andrea se equivoca y el error queda bella y deliciosamente inmortalizado. Nadie de la producción dice nada, nadie pide repetir la canción. Él incluso va un paso más allá y a la versión original le añade algo. “Un hombre alado prefiere esta noche”. Así esta versión se hace justo lo que es. Nueve minutos y doce segundos lentos, medio psicodélicos y con Andrea apropiándose de ellos y siendo una estrella. Ese desliz es parte esencial de esta versión. A veces en la música no hay errores, solo música.
El 15 de mayo del 2010 luego de un concierto en Caracas Cerati sufrió un accidente cardiovascular que lo dejó en coma por cuatro años antes de morir. Pero dos días antes había tocado en Bogotá. Al final de ese concierto, frente a todo el público, saludó a los Aterciopelados y llamó a Andrea a subir al escenario. Él sabía que estaba entre el público porque ella había hablado con los organizadores para conseguir boletas. Y en efecto, fue al concierto con su esposo y su hija pequeña que en la mitad del concierto se cansó y se puso a llorar, así que se fueron temprano. No estaba ya ahí cuando Cerati la llamó.
En la música está una de las claves para entender que hay momentos en los que el tiempo no parece ir en línea recta sino en una espiral que asciende y desciende simultáneamente, y hay algún mecanismo de nuestra memoria que accede a esta espiral por medio de la música. El caso es que entre todas las cosas que pasaron en 1996 ese unplugged se quedó y sigue sonando cada tanto. Andrea ya es otra pero también sigue siendo esa que cantó En la ciudad de la furia. Toda la emoción contenida en esa canción sigue intacta.
El nombre de Aterciopelados viene de una frase de Simone de Beauvoir que dice “aterciopelada flor de la pasión”. Yo la encuentro perfecta para la Andrea de la ciudad de la furia. Hace unos años le preguntaron en una entrevista si seguía siendo una florecita roquera y ella respondió: “Obvio. Una floresota”.