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De izquierda a derecha: el cónsul alemán Martin Skowronski, el personero municipal Martínez Velasco y el capitán Günther Lütjens, en el cabildo de Cali. Revista Épocas. Archivo particular.
Un crucero nazi de viaje por cinco países de Suramérica. Recibiendo honores y brindis para el capitán, sus agregados y sus seiscientos marinos. En febrero de 1935 atraca en el puerto de Buenaventura y sus principales viajan hasta Cali para los saludos diplomáticos. Los tiempos en que un artillero de la armada de la Alemania de Hitler era apenas un vapor de buenos oficios.


De Alemania llega un artillero cargado de…

—

Por MAURICIO VILLAMIL BETANCOURT

Hablar de la píldora roja y la píldora azul se ha convertido en un tema cultural en un segmento pequeño de la generación que creció conociendo el universo simulado presentado por la serie de películas Matrix. La referencia a los colores de las píldoras y sus efectos es simple. Si uno decide, por cuenta propia eso sí, tomar la píldora azul la vida continúa tal y como está. Seguiremos creyendo en lo que nos han hecho creer e ignorando lo que nos han obligado a ignorar.

Por el contrario, si decidimos tomar la píldora roja, un telón rojo, por supuesto, de aspecto pesado, maloliente y roído, caerá estrepitosamente ante nuestros ojos y un universo infinito de nueva y, aparentemente, verdadera información nos embestirá de una forma tan violenta que no tendremos más remedio que despertar a “un mundo real” y escapar de la simulación y el engaño.

En consecuencia, nuestros paradigmas cambiarían. Nos veríamos cara a cara con una forma de pensamiento más sofisticada para la que no estaríamos preparados. Sería una experiencia traumática y dolorosa que muy pocos tendrían el valor de enfrentar y la fuerza para sobrevivir.

Además, nos haríamos, muy a pesar del establecimiento, rebeldes, revolucionarios, desobedientes, insurrectos. Al menos esa habría de ser la reacción esperada de una persona que despierta de una vida de engaños. Y una persona despierta en el contexto político no es conveniente para ningún gobierno, sea de la ideología o doctrina política que sea.

Pero suficiente con el prólogo. Voy al tema. La visita oficial de la fuerza naval alemana que atracó en el puerto de Buenaventura, a bordo del artillero Karlsruhe, el 22 de febrero de 1935.

Sobre esta visita se han publicado varios artículos. En algunos se ha afirmado, muchos dirían que de manera tendenciosa, que los 603 tripulantes del artillero eran miembros del ejército nazi. No hay evidencia de que así haya sido, pero tampoco de lo contrario.

Y aunque no estaban ataviados de nazis sí existe una fotografía en la que se ve claramente una bandera con la esvástica en el centro y los alemanes haciendo el saludo nazi con la mano derecha levantada. La fotografía fue tomada durante la visita oficial a Buenaventura y Cali en 1935.

Los marinos y la tripulación oficial se presentaron en todos los eventos públicos protocolarios vestidos con el uniforme de la armada naval alemana. Sin embargo, realizaban un tour mundial al que llamaron: Second World Cruise que recorrería el hemisferio occidental pasando por el Canal de Panamá, Colombia, Chile, Perú, Argentina y Brasil. Incluso, atracaría en las costas de Hawái, en Honolulú, Estados Unidos, y terminaría en Vancouver, Canadá. El periplo marítimo se hizo en representación, por supuesto, del gobierno alemán, que, para ese entonces, ya tenía como canciller a Adolfo Hitler,  cabeza ideológica del Partido Nacionalsocialista Obrero (nazi en su abreviatura alemana).

Hitler fue nombrado Canciller en 1933, tras una alianza con conservadores ultraderechistas. Todo porque su partido logró solo un 33 por ciento de la votación en las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932. Tras haber perdido casi dos millones de votos y estar en muy malas condiciones electorales, no tenía posibilidades de ganar en elección popular así que acordó una alianza con la ultraderecha que determinó su nombramiento como canciller el 30 de enero de 1933, oficializado por el entonces presidente de Alemania, Paul von Hindenburg.

Ergo, cuando el crucero militar llegó a Buenaventura, Hitler ya era la cabeza visible del gobierno alemán desde hacía dos años. Con todo lo que esto implica. Para esa época, su ideología y doctrina política estaban fundamentadas en su partido y en el respaldo de una ultraderecha hastiada del gobierno lánguido y débil conocido como la República de Weimar. Todo esto resultaría en el nacimiento de su fuerza militar de escuadras de protección a las que llamaría las Schutzstaffel, mundialmente conocidas como las SS, y que más tarde enfrentarían a miembros del Ejército alemán que no apoyaron al proyecto nazi, lo que derivó en un conflicto militar interno.

De derecha a izquierda: Günther Lutjens, comandante de a bordo del Karlsruhe, Ernesto González Piedrahíta, gobernador del Valle, y Von Hentie, ministro plenipotenciario comisionado por el Tercer Reich. Revista Épocas. Archivo particular.

Pero volvamos a bordo. En 1935 atracó en el puerto de Buenaventura el mundial e infamemente conocido artillero a vapor alemán, Karlsruhe. La historia de este artillero es fascinante. Está cargada de drama, violencia, misterio y hasta tesoros que se creían perdidos. Pero ese es tema para otro artículo.

El arribo del Karlsruhe sucedió cuatro años antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Hasta aquí todo parecería inocuo, sin embargo, bien sabemos qué sucedió con Hitler y su ejército antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, el artillero jugaría un papel destacado en el conflicto hasta que fue hundido, aparentemente, el 9 de abril de 1940 en las costas de Noruega. Aunque hay confusión sobre quién lo hundió y dónde.

Esos acontecimientos tan dramáticos y dolorosos para el mundo entero no surgieron de forma espontánea una mañana de 1939. No. Es ideológica, logística y militarmente imposible. La cepa nazi habría sido inoculada por Hitler y cultivada por su círculo más cercano de sociópatas fascistas muchos años antes. Lo que genera una pregunta bastante válida: ¿los marinos de la armada naval alemana que atracaron en Buenaventura en 1935 tenían como objetivo infectar el territorio occidental y coaccionar a Colombia, desplegando su poder militar, para asegurar que nuestro torpe, ignorante e insignificante país siempre fuera un aliado y no un enemigo?

Durante la visita de los marinos alemanes se llevaron a cabo varios eventos oficiales y de carácter social en recintos privados y plazas públicas. Por ejemplo, los marinos presentaron honores en la plaza de Bolívar ante la estatua del libertador.

Cinco días duró la visita oficial de la fuerza naval alemana a Cali y Buenaventura. Uno de los eventos más pintorescos y multitudinarios tuvo lugar en la cervecera alemana Los Andes, ubicada en el barrio Granada, hoy parte trasera del Centro Administrativo Municipal.

La visita tuvo también una reunión de muy alto nivel en el prestigioso Club Colombia, al norte de Cali, en el barrio Granada. A esta reunión asistieron los marinos y los altos mandos del artillero Karlsruhe. Se debe resaltar el hecho de que el comandante de a bordo, Günther Lutjens, fue un destacado estratega militar durante la Segunda Guerra Mundial. Fue apodado el Diablo Negro por su carácter estricto y silencioso y su efectividad en combate. El comandante nazi finalmente moriría a bordo del acorazado Bismark durante un combate contra la marina británica el 27 de mayo de 1941. Seis años después de su visita oficial a Colombia.

La visita, llena de protocolo, música, cenas de cuatro cursos (como se observa en las fotos de los banquetes), uniformes militares de gala, esmóquines y vestidos de noche, cerveza, bourbon y champaña fue el evento social y político del año y seguramente de muchas décadas.

La alta sociedad caleña se codeó con los ricos empresarios alemanes de la región que fueron el puente diplomático para presentar a la poderosa y letal fuerza armada naval. El mensaje era claro, ahora podríamos darle esa lectura. El despliegue militar con tufo “amistoso” pudo haber sido una advertencia frontal. Y el gobierno colombiano así habría de entenderlo. Al menos durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial al declararse neutral ante el conflicto en Europa. Después, entre 1939 y 1941, vendría la presión estadounidense que marcaría la ruptura del acuerdo de neutralidad acogido por los países de la región occidental.

Eduardo Santos, tío abuelo del expresidente Juan Manuel Santos, era presidente en el momento en el que estalló el conflicto en Europa. El primero de septiembre de 1939, cuatro años después del tour crucero Second World Cruise y tan solo unas horas después de la invasión nazi a Polonia, Santos se dirigió por radio a todo el país y enfatizó en la importancia de mantenerse atentos al conflicto en el viejo continente, sin participar activamente en él, ya que la prioridad en la región debía ser la “defensa de los bienes esenciales comunes”, refiriéndose a los países de América Latina y a Estados Unidos.

Colombia se presentaba ante la región y ante el mundo como un gobierno prudente y respetuoso de la soberanía de los países en conflicto. Sin embargo, el trasfondo era más oscuro y taimado ya que la comunidad alemana en Colombia era una fuerza económica importante.

El artillero Karlsruhe en el muelle Miraflores del Canal de Panamá durante el Second World Cruise, 9 de abril de 1932. Archivo privado del directorio naval Maritime Quest, Estados Unidos.

No fue la primera y tampoco la última

Relatar la historia de la llegada de inmigrantes alemanes a Colombia llevaría demasiadas páginas. Porque fue por allá en el año 1800 cuando un ilustre geógrafo, astrónomo, humanista y naturalista prusiano llamado Alexander Von Humboldt, quien exploró y documentó la fauna, la flora y la geografía colombiana de la época, llegó para sacarle los secretos a una tierra, que, desde entonces, los germanos han considerado mágica. Se dice que redescubrió América.

Ochenta y nueve años después, la pujante y fructífera diáspora germana seguía creando empresas tan importantes y emblemáticas como Bavaria (1889) y la primera empresa de aviación comercial de la región, la Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo, Scadta (1919), que durante la Segunda Guerra Mundial fue nacionalizada y su nombre cambiado por Avianca.

Así es, pues, que las relaciones entre Colombia y Alemania son centenarias, amistosas y muy rentables, incluso durante los momentos más álgidos de la guerra, cuando Colombia pasó de ser un amigo permisible a ser hostil y perseguir, expropiar y a hasta privar de la libertad a muchos alemanes señalados por Estados Unidos de apoyar al régimen nazi.

Los alemanes también crearon ferrocarriles, líneas fluviales con los primeros barcos a vapor que navegaron el río Magdalena. Minas de oro, cobre, carbón y cultivos de tabaco y café. Por supuesto que Colombia tenía que estar en la agenda de los destinos del artillero Karlsruhe y de su tripulación. De qué otra forma se financiaba el Tercer Reich si no era con los impuestos y “donaciones” que hicieron los germanos asentados en países estratégicamente ubicados como Colombia.

Los tiempos oscuros

Tras el rompimiento, presionado por Estados Unidos, del acuerdo de neutralidad firmado por los países de América, Colombia se vio en la penosa tarea de investigar, individualizar, expropiar y privar de la libertad a muchos ciudadanos alemanes que habrían sido señalados de apoyar el régimen del Tercer Reich.

Un episodio vergonzoso, consecuencia de la participación directa de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial contra los países del Eje, fue la existencia de un campo de concentración de alemanes y japoneses en Fusagasugá, Cundinamarca, a menos de ochenta kilómetros de Bogotá.

Cali, 1935. Revista Épocas, Archivo particular.

El hotel Sabaneta

El martes 6 de junio de 1944, los periódicos nacionales despertaron a la sociedad colombiana con un titular que rezaba así: “Disposición sobre internamiento de extranjeros fue dictada ayer”. El anuncio también explica que los ciudadanos que fueran “internados” (privados de su libertad y derechos, además) serían estrictamente vigilados. Que solo podrían recibir visitas los jueves y domingos y que el uso de radio y teléfono les quedaba prohibido.

Más de cien ciudadanos alemanes y otros tantos japoneses fueron privados de su libertad y puestos en el campo de concentración en Fusagasugá como medida de control del espionaje. Según publica El Liberal, el sábado 11 de marzo de 1944, todos los sospechosos habrían sido enviados por orden del gobierno.

Pero, ¿por qué Colombia haría semejante cosa contra una comunidad que le habría sido tan beneficiosa? Un “incidente” precipitó la decisión: el 17 de junio de 1942 un submarino nazi hundió una goleta colombiana en aguas del mar Caribe, la Resolute, un pequeño barco de apenas 52 toneladas que habría intentado llevar provisiones a San Andrés y Providencia. Como consecuencia, el presidente Eduardo Santos ordenó el congelamiento inmediato de todos los bienes de ciudadanos germanos residentes en Colombia que hubieran sido señalados como auspiciadores del régimen nazi.

Infortunadamente, un año después, el 26 de noviembre de 1943, la goleta Ruby, que se encontraba en el mar Caribe, corrió con la misma suerte y fue torpedeada por otro submarino alemán. En ese entonces el presidente era Alfonso López, quien también ordenó la confiscación y expropiación de los bienes alemanes y, además, fue quien dio la orden de confinar a los ciudadanos alemanes y japoneses en el hotel Sabaneta. Marcando así la historia de cómo la Segunda Guerra Mundial alcanzó a Colombia.

En conclusión, el artillero sí traía nazis en su tripulación. ¿A qué vinieron a Colombia? Solo ellos lo supieron, por supuesto. Pero la historia posterior a su visita deja claro que su agenda de control mundial fascista estuvo a punto de infectar el hemisferio occidental y Colombia habría sido un punto neurálgico en aquel conflicto global.

Cali, 1935. Archivo del Colegio Alemán de Cali.
Hotel Sabaneta, convertido en campo de concentración para alemanes y japoneses en 1944. Archivo de Gildardo Escobar.

Etiquetas: Alemania , Cali , historia , Mauricio Villamil Betancourt

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