Nos están matando
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Texto por COMUNIDAD DE PINTURA CALLEJERA MEDELLÍN
Fotografías de Julián Peláez Espinosa @julls93
Debíamos reaccionar y reaccionamos. Nuestra naturaleza es la calle, es la manera como entendemos la ciudad y lo que pasa en ella: la pintamos porque la queremos y nos duele. Con los asesinatos por parte de la policía en Bogotá nos agrupamos y reaccionamos rápido. Reaccionamos al asesinato selectivo de liderxs sociales, reaccionamos al desbordamiento de las masacres de este año que quedan en la total impunidad bajo el amparo del gobierno actual, reaccionamos por los feminicidios cuyas cifras son cada vez más alarmantes y parecen empeorar.
A Diego Felipe Becerra lo asesinó la policía por pintar un grafiti el 19 de agosto de 2011. El policía declarado culpable está prófugo de la justicia. Por Trípido y por su memoria también pintamos este mural.
El grafiti es vitalidad, hermandad, amor por las calles. Es una de las formas que encontramos nosotrxs para interactuar con los espacios de la ciudad que están olvidados, que han sido prohibidos, que son invisibles. Todxs lxs que pintamos en las calles entendemos de qué va la cosa. Acercarse a un muro, sacar un aerosol, un marcador, un tarro de vinilo, poner una firma, un dibujo, seguir caminando en la noche, de eso se trata.
Sin embargo, esta vez, por el peso de las circunstancias, nos juntamos más de setenta personas porque nos duele lo que está pasado con la vida, por el desprecio de la vida por parte de las instituciones del Estado.
Llegamos temprano al muro, cada persona tenía su labor. Unxs mezclaban la pintura, otrxs preparaban los rodillos, los extensores. Procedimos a pintar primero el fondo de amarillo. Luego las letras de negro. Tenía que suceder rápido y así fue.
Por grupos más pequeños ordenamos el proceso. Algunxs delineaban las letras, otrxs rellenaban los fondos, pulían los errores en el trazado. El mensaje tenía que quedar limpio, claro. Esto se repitió en cada letra, por los más de 750 metros cuadrados que tiene el muro. Cada quien puso de su parte, nadie estaba por encima de nadie. Todxs trabajábamos para conseguir el mismo objetivo: tener un mensaje contundente en la ciudad.
Debíamos estar atentos a las señales. Sabíamos que podía ser peligroso. En el proceso pasó un carro de la policía grabando con sus celulares, luego una tanqueta del Esmad que hizo sonar el pito de manera irónica como si nos saludaran, los policías adentro de la tanqueta nos mostraron sus sonrisas socarronas, desafiantes. Pintamos el mensaje en cuatro horas y media.
Nunca en la historia del grafiti de la ciudad había pasado esto. Celebramos la unión y lloramos a nuestros muertos. Nadie nos dijo qué hacer, nadie nos pagó un solo centavo, el dolor colectivo fue el que nos movió y respondimos con lo que sabemos hacer: dar un mensaje preciso en las calles.
Queremos que la vida sea valiosa. Queremos no temerle a la policía. Queremos que no nos sigan matando.