Lecciones de Realpolitik

Una conversación con Rodrigo Londoño y Pastor Alape, integrantes del Partido Comunes, antes Partido Farc.

El Hotel Nutibara fue el escenario elegido para acoger a los 159 delegados de la II Asamblea Extraordinaria del partido Farc reunidos en Antioquia. Había delegados en once municipios del país, conectados a una asamblea virtual de tres días. Lo que en la guerra requería meses de logística clandestina, atravesar ríos y montañas, hoy lo consiguen en la comodidad de un hotel, alojados en una plataforma digital.

El Nutibara tiene algo del aire retro de la política ejercida por la exguerrilla. Casi como si fueran a la saga de la realidad y fuera necesario un hotel con sus glorias de hace cerca de cuarenta años a medio extinguir. En la terraza del tercer piso, con vista al Palacio de Cultura y a la Plaza Botero, Pastor Alape dice que una vez estuvo conociendo ese esplendor de la mano de su papá, mientras Timochenko se eleva mirando el metro que pasa con un zumbido novedoso a sus oídos. El líder del partido lleva un mes largo en Medellín y dice que ha sido un descubrimiento. En la ciudad donde el NO en el plebiscito por la paz ganó con el 63 por ciento, Rodrigo Londoño se siente tranquilo: ¿el clima, un poco más de anonimato, la novedad, la vida de barrio en una casa en Belén, la lejanía del ambiente rasposo de la política en Bogotá? Cuenta la anécdota de alguien que le pidió una foto y no puede ocultar cierta satisfacción. Su tono hace pensar que se saben condenados a una hostilidad que los hace unos citadinos tímidos, algo temerosos, algo paranoicos.

Timochenko, Alape y algunos de sus compañeros estuvieron todo el día en las discusiones de la asamblea y salen embotados de tanta democracia. Al final, los medios recogerán la noticia del cambio de nombre del partido, como una primera estrategia para las próximas elecciones: Comunes. Les ofrecemos cervezas y comenzamos a hablar de algunas anécdotas de la negociación. Parecen nerviosos por esa coincidencia de pola y cámaras, saben que para muchos es inaceptable el menor gesto de tranquila cotidianidad para unos exguerrilleros. Saben bien de esa especie de condena perpetua a mostrar un cierto agobio. Se animan hablando del proceso, es claro que lo vivieron como un combate, con sus traiciones y emboscadas, con los secretos dignos de la guerra y las grandes encrucijadas. Saben bien que no tendrán una gesta política similar.

Al hablar de la política actual, el entusiasmo se cambia por el realismo. No digamos que languidecen, pero de nuevo dejan ver el cansancio del día de discusiones y votaciones. Quienes hicieron la guerra durante décadas empujados por la ideología —Timochenko siguió a su papá en la simpatía comunista desde que tenía doce años— ahora hablan como políticos pragmáticos y parecen conocer el posible tamaño de sus victorias y sus derrotas.

Al final se animan de nuevo al enumerar proyectos políticos y económicos con éxito en algunas regiones. Las tilapias, las botas, las cervezas artesanales y los liderazgos en pequeños municipios son las dichas de esos excombatientes a los que la ciudad embelesa.

Pascual Gaviria: ¿Cómo estuvo la asamblea?

Rodrigo Londoño: Para la expectativa que teníamos fue muy interesante. Un ejercicio en el que participamos todos y aprendimos bastante. Nos ha salido bien en lo general. Creí que íbamos a tener mayores dificultades técnicas, se caían las señales en ciertos sitios y en aras de la democracia había que esperar a que se volvieran a conectar para completar las votaciones. Fue tensionante y a la vez emotivo.

Pascual Gaviria: ¿Lo del nombre es un tema clave o un asunto más de los medios?

Rodrigo Londoño: Sí es importante; por eso lo planteamos y ha generado diferencias con algunos compañeros que dicen que no es sustancial. Nosotros creemos que sí porque lo hemos sentido y percibido en nuestra relación con la gente. Usted sabe que yo desde el principio, en el congreso fundacional, propuse que cambiáramos el nombre, y no como una iniciativa mía sino que me dio la gente con la que interactuaba en las redes. Muchas personas me dijeron que no siguiéramos con el nombre de Farc, y yo les pedí argumentos y me convencieron, llevé la propuesta al congreso y, como la democracia es la democracia, la mayoría mantuvo el nombre de Farc y ahora tenemos la posibilidad de la asamblea, que puede cambiar el nombre; ya no viene como iniciativa mía, sino de la dirección, porque creo que recoge el sentir de la sociedad colombiana y la comunidad internacional.

Alfonso Buitrago: Pastor, ¿cuál es el significado de su camiseta?

Pastor Alape: Aquí está Jacobo Arenas, hoy vine con él para provocar, y aquí está el rojito por el Medellín (risas).

Alfonso Buitrago: Para provocar doblemente.

Pascual Gaviria: Hablemos de las disidencias, de lo que pasa en Ituango y la salida de ahí. Cómo llegan otros actores y se hace imposible mantenerse en el sitio, y si ha influido más lo que pasaba en el territorio que diferencias con el proceso de paz.

Pastor Alape: La realidad es que el Estado no asume un compromiso en implementar acciones en el territorio, en eso que implica la reincorporación en los territorios que fueron afectados profundamente por el conflicto. Se dedicaron a repetir los ciclos de llevar el uniforme y el fusil del Estado, pero no a llevar la presencia integral. Como hay unos intereses por la ubicación estratégica de las economías ilegales, empezaron a organizarse los grupos. La gente que se retiró de parte nuestra, inclusive Ramiro, del Frente 18, ya casi no era guerrillero, porque estaba en un proceso de licenciamiento; y Cabuyo estuvo y se abrió, y cada uno formó su grupo. Están los Gaitanistas, más Caparros, entran los Pachely, en una confluencia de estructuras criminales en el territorio.

Pascual Gaviria: Háblennos de una sorpresa en las disidencias, que ustedes hayan dicho que era gente que parecía comprometida y no creían que se fueran a salir del proceso.

Rodrigo Londoño: Primero, yo no acepto el nombre de disidencias. Desde un principio he dicho que son desertores del proceso. Y el caso más emblemático es el de quien encabezó la delegación; con quien en la isla La Orchila hicimos la primera reunión de consulta, y sentados en una peña, en un lugar muy hermoso, me decía y me ratificaba: “Timo, vamos a trabajar por la salida política”. Esa es la primera sorpresa desafortunada.

Alfonso Buitrago: ¿Es Iván Márquez?

Rodrigo Londoño: Sí, señor.

Pascual Gaviria: ¿Y lo que pasa en el sur, con Gentil Duarte? ¿Era gente que estaba lejana de las Farc?

Pastor Alape: Nosotros le teníamos un cierto aprecio a Gentil, entendiendo al ser humano con sus contradicciones, pero era un hombre que toda la vida había sido subordinado. Ahí se dan otros fenómenos, como el miedo. Gentil empieza con el miedo. El otro tema es la incertidumbre, qué voy a hacer. Estos gobiernos no le cumplen a nadie y, claro, cuando hacíamos el debate decíamos: “Entendamos que no nos van a cumplir”. El problema es que lo que tenemos que hacer es generar la correlación de fuerzas para obligar a que cumplan. Vamos a transitar de un espacio de lucha, que es doloroso para este país, a un espacio de lucha donde tenemos que afilar las nuevas armas; que implica generar las condiciones para que la palabra tenga credibilidad. Por eso en la asamblea decimos que nuestra única arma será la palabra. Pero, además, es como decíamos en la guerra, el ambiente operacional, poder generar unas condiciones emocionales del país que entienda que nos tenemos que abrazar, sabiendo que somos diferentes, pero cabemos en este país. Si nos sentamos a echar carreta y decimos que hagamos una comida, yo creo que todos nos ponemos de acuerdo para decir unos fríjoles o un sancocho, ninguno va a salir a decir que unas pastas; ahí está el país. Pero también cuando hablamos con el país, quiere mejor vivienda, mejores vías, educación…

Pascual Gaviria: Esas son unas diferencias con los “desertores” del proceso, como dice Timochenko, ¿cuáles son las diferencias actuales del partido? Lo que ha pasado con la negativa de Biojó, Sandino y Joaquín Gómez de hacer parte de la asamblea.

Rodrigo Londoño: Dejo a Pastor que es más unitario. Hoy he respondido diez veces esa pregunta.

Pastor Alape: Yo entiendo que esto, y lo planteo así, es un proceso, no es un acto. Es una suma de muchos actos, una suma de muchas acciones en las que nosotros tenemos que pensar cómo desmontamos toda esa carga negativa y eso implica una narrativa, acompañada de casos concretos. Esto de “nos están matando”; sí, nos están matando, en la guerra también nos mataban, pero el país aplaudía; hoy nos matan y el país muestra indignación. Estamos en otra realidad. Ahora, cambiarle el chip a unos sectores de poder, que han gobernado toda la vida a partir del miedo, no es fácil, pero viene una generación que está creciendo. Y eso es lo que no han entendido los compañeros. Creen que hay que mantener un discurso como si estuviéramos en la guerra y de que el proceso fracasó. ¿Y entonces qué hacemos? ¿Nos volvemos a la guerra? Hay que decir que el proceso tiene muchas dificultades pero también el país ha sentido un alivio, ha empezado a respirar de otra manera en la exigencia de sus nuevos derechos.

Alfonso Buitrago: Esa nueva narrativa necesita verdad, ha sido una de las columnas vertebrales del proceso, ¿cómo entienden la JEP y cómo han sido esas comparecencias? Sin esa verdad, las narrativas fracasan. La narrativa poderosa es la narrativa de la verdad.

Pastor Alape: El primer acto de ese proceso fue Bojayá. No habíamos firmado el acuerdo de paz todavía. Primero nos encontramos en La Habana con la primera delegación y luego fuimos a Bojayá, con el corazón en la mano. Asumimos nuestra responsabilidad y presentamos la solicitud del perdón. Después fuimos a La Chinita e hicimos lo mismo, antes de firmar el acuerdo. Después, empezamos el proceso en La Habana con las familias de los diputados del Valle y terminamos haciendo el acto de reconocimiento. De ahí en adelante, yo fui a Granada, en el oriente de Antioquia, a asumir la responsabilidad. Hace dos meses estuvimos en Sonsón.

Alfonso Buitrago: A responder por la toma de Nariño, de Arboleda…

Pastor Alape: Sí, no es ir a hacer un acto protocolario o una puesta en escena, aquí se trata de contar procesos que reivindiquen a las víctimas, que no las revictimicen ni manipulen. Aquí lo que decimos es que tenemos construir a partir de escuchar las otras verdades. Venimos en un proceso con los ex AUC, en el Magdalena Medio estoy trabajando con mi adversario Julián Bolívar en Puerto Berrío, Cimitarra, Barranca, Yondó; hemos estado en actos juntos. Para la gente y las víctimas ha sido un alivio, nos dicen que era inimaginable. El mismo hecho del gobernador Aníbal Gaviria [el asesinato de su hermano, Guillermo Gaviria]… Yo me encontré con él en Dabeiba, cuando fue con Duque, me saludó normal y por supuesto que era una cuestión ética que yo fuera a dar un discurso sin solicitar el perdón de Aníbal y de las familias Gaviria y Echeverri; entre otras cosas porque yo empecé a hacer política en Puerto Berrío con Hernando Echeverri Mejía, hermano de Gilberto. El perdón lo planteamos en una autocrítica, es el reconocimiento de los errores que se cometieron a partir de ese compromiso de la no repetición que dejamos en el acuerdo.

Pascual Gaviria: Quería conversar con Timochenko de esa primera llegada a la JEP, porque una cosa son los actos de perdón, de alguna manera acordados con las víctimas y los adversarios, pero la ida a la JEP tiene un nombre de justicia y que fueron siete horas de comparecencia allá, ¿se siente como un asunto judicial?, ¿cómo fue estar siete horas con unos togados que van a dar un veredicto?

Rodrigo Londoño: A mí me criticaron porque cuando iba entrando levanté la mano, no en señal de victoria, sino que se estaba plasmando en la práctica una idea construida en el acuerdo de paz, que no fue fácil llegar a ella. Fue más de un año de discusiones sobre el tema hasta que por fin encontramos la solución, a partir de una conversación que tuvimos con Enrique Santos, el hermano del presidente. Como no había acuerdo, el presidente me planteó que si recibíamos a su hermano, y en esa conversación surgió la idea de conformar una comisión, con expertos jurídicos, conformada por ambas partes, para que le planteara una solución a la mesa; yo le dije que listo, pero que solo ponía una condición, que no se vetaran nombres. De ahí surgió la comisión de expertos, de nuestro lado estaba el camarada Enrique Santiago, español; Diego Martínez y el doctor Álvaro Leyva; del gobierno no recuerdo los nombres, pero había un gringo. Por eso siempre he dicho que tuvo la bendición del Departamento de Estado. Si se durmió en alguna de las discusiones, no es culpa de nosotros [risas]. No es que fuera una victoria, sino que se fructificó, estaba al frente de una de las obras de la construcción del acuerdo. Y, claro, uno sabe que está en un momento difícil y complejo para responder por las equivocaciones cometidas en la confrontación. Esa fue la decisión que tomamos en La Habana y ahí estábamos frente a ese tribunal. En mi intervención lo dije, me siento frente a un instrumento que nos tiene que construir la paz de Colombia, fruto de los acuerdos de La Habana.

Alfonso Buitrago: ¿Usted ve en peligro la JEP en este momento?

Rodrigo Londoño: El proceso en general está en peligro, porque hay un sector, desafortunadamente, que tiene poder y que está en el gobierno, con deseos de asfixiar el proceso; ya ni siquiera digo la palabra trizas, que dijeron en algún momento; no, lo están asfixiando. Nos acaban de recortar el presupuesto de la Unidad de Protección, la que nos tiene que garantizar seguridad a nosotros. Eso nos va a afectar a todos nosotros. Están tratando de recortar funcionarios que están trabajando en el tema de la reincorporación. La cosa no está fácil.

Pascual Gaviria: ¿Cómo es la relación con Archila? Yo lo oigo y parece que el gobierno fuera uno y Archila otro; no sé si es la estrategia del policía bueno y el policía malo, pero siento que le ha metido ganas y fuerza, como un peregrino del proceso.

Rodrigo Londoño: De pronto no tanto la gana y la fuerza, sino que es un mago en lo mediático. Hace poco estuve en San José de Apartadó, con representantes de sesenta compañeros nuestros que hay en esa región y con líderes sociales. Y me lo decían, que habían ido a verlos como en un partido de fútbol, para la tribuna, para que aparezcan y firmemos la asistencia. Se van con el acta de asistencia para mostrar los PDT [Planes de Desarrollo Territorial], PDT que no están pintados en absolutamente nada de las necesidades de la gente para poder construir paz.

Pascual Gaviria: ¿Cuántas veces se ha visto con el presidente Duque?

Rodrigo Londoño: Dos veces.

Pascual Gaviria: ¿En qué momentos?

Rodrigo Londoño: Una reunión en la que convocaron a todos los directores de los partidos; esa vez me tocó decirle que yo no era doctor, me dijo: “Doctor Londoño”, que no lo malinformen, presidente.

Pastor Alape: Qué grosero, dizque porque en Colombia se le dicen doctor a cualquier hp [risas].

Rodrigo Londoño: Después cuando el pacto político, se me olvidan los nombres, en las elecciones, el pacto de no estigmatización, que nunca lo han cumplido. Nos vimos y nos saludamos.

Pascual Gaviria: ¿Más que un saludo han conversado?

Rodrigo Londoño: Por ahí tres minutos y medio.

Alfonso Buitrago: ¿Y qué dice uno en tres minutos y medio?

Rodrigo Londoño: “Estoy comprometido con la paz, doctor Londoño, seguro que ahí vamos”.

Alfonso Buitrago: ¿Qué es más difícil, hacer la guerra o estar en el Congreso?

Rodrigo Londoño: Yo no estoy en el Congreso.

Alfonso Buitrago: Lo digo por el partido, ¿es más difícil hacer política o hacer la guerra?

Rodrigo Londoño: No es fácil hacer política, es complejo, es un mundo que no conocíamos. Uno decía que en el Congreso no se hace nada, pero resulta que si va en función de trabajar por los intereses de la gente le toca muy duro y en condiciones difíciles. Hemos ido aprendiendo, se han cometido novatadas, hemos votado por Paloma Valencia [risas], inconscientemente, con el tema de la tecnología, aprieta el botón y resulta que apretó el que no era, y ya después no hay forma de volver. Un aprendizaje muy importante, que nos ha enseñado; por eso esta asamblea es muy saludable, porque nos permite intercambiar sobre el tema y que nos hagamos conscientes del escenario que tenemos. Es que tener diez congresistas la gente no lo ha dimensionado. Cuando en épocas atrás la oposición tenía uno; se hacían fiestas en los directorios de los partidos de izquierda porque tenían uno o dos parlamentarios. Hasta nosotros en el monte nos congratulábamos de que hubiera representación de fuerzas de izquierda y alternativas. Junto con la gente que le está apostando a esto es muy estimulante, con todas las contradicciones y diferencias que puede haber, pero hay bastante gente apostándole a este proceso.

Pascual Gaviria: Las Farc fueron, no sé, diez o quince años, un componente clave de la política colombiana. Las decisiones, en el período de Álvaro Uribe, se tomaban mirando lo que pasaba con ustedes. Estando en la política, y teniendo diez congresistas, las Farc en este momento están ahí, se habla del proceso, pero no hay el poder de influencia que tenían antes, así fuera por oposición o confrontación. ¿Cómo se sienten siendo una minoría, señalada, estigmatizada, siendo, no digamos una anécdota, pero sí una minoría?

Pastor Alape: Lo que pasa es que hemos asumido una práctica que nos permita ir sumando, porque nuestra prueba dura va a ser 2026. Nosotros ahora cualquier intervención en el Congreso, de una vez nos la calla el partido de gobierno, que sabe hacer la política a partir de estigmatizar y nos hacen show. Nosotros sumamos en votos en el Congreso, hay muchos debates estratégicos para la defensa del proceso, porque al fin y al cabo en el acuerdo estos representantes van a defenderlo. Lo que hacemos como táctica es que lo presente otro miembro del bloque parlamentario de la paz. Entonces nosotros votamos para evitar la estigmatización del debate. Nos interesa que el país gane. Si al partido le toca sacrificarse es parte de esa dinámica de poder legitimarnos en la emoción de la gente, que empiecen a mirarnos de otra manera; como un cucho bacano, normal.

Pascual Gaviria: Humanos…

Pastor Alape: No que tenemos que salir en los medios a decir cualquier barrabasada, entonces nos sacan editoriales y nos dicen que no nos hemos arrepentido. Nosotros no necesitamos eso, no necesitamos polarizar el país, necesitamos avanzar en términos de crear cultura de paz. Como estuvimos en la puta guerra, hicimos tantas cagadas y nos enfrentamos al régimen defendimos muchas comunidades, pero hoy tenemos la autoridad de hablar de paz. Sabemos qué es enterrar a un compañero, cargarlo destripado, llegar a una comunidad y encontrarla arrasada; y sabemos lo que es el dolor cuando las mismas armas nuestras hicieron daño, como en Bojayá. Todo eso nos da el valor de decir, la guerra no es el camino. Como San Ignacio de Loyola, hizo todas las guerras y luego se dio cuenta de que por ahí no era, paremos y empecemos a hacer el bien.

Alfonso Buitrago: En ese dolor por el compañero, junto con los asesinatos de excombatientes, ¿cómo ven las revelaciones de Alberto Donadío sobre el exterminio de la UP con la complicidad del expresidente Barco?

Pastor Alape: Eso lo sabíamos nosotros, porque vimos en los territorios cómo operaban los partidos políticos. Cómo operaron en el nordeste, cuando teníamos las alcaldías de Remedios, Segovia, en Urabá, cómo nos aniquilaron a la gente.

Alfonso Buitrago: Otros dicen que Barco fue quien le dio esas alcaldías a la UP…

Pastor Alape: Las primeras sí, la condición era que en la región que el partido era mayoritario quedaba con las alcaldías. Nos ocurrió en Yondó, en Apartadó y Segovia. Después vino la elección popular.

Pascual Gaviria: ¿De verdad ustedes creen que Virgilio Barco apoyó un exterminio de la UP?

Pastor Alape: La lógica de ese poder no es que se sienten con una libreta a decir a quién hay que matar. Los asesores dicen que hay una situación, que hay que controlar el territorio, hay que operar con fuerza, y les dicen, “Háganle”. En esta experiencia uno aprende.

Pascual Gaviria: ¿En este momento dónde ven que las Farc tienen poder político y posibilidades en lo electoral?

Pastor Alape: Yondó, Remedios, Segovia, Mutatá, Apartadó, Dabeiba. En Antioquia sacamos doce mil votos a la Asamblea, cuando a Timo le tiraban de todo, y al pobre Élmer, que no sabía casi ni hablar, pero con la convicción hablaba. Y todos me miraban a mí, pero lo metimos y Élmer cogió la tarea y sacó doce mil votos.

Pascual Gaviria: ¿Cómo ve Timochenko lo electoral, echando un discurso?

Rodrigo Londoño: No me sentí cómodo, porque además no estaba de acuerdo, me metieron a eso.

Alfonso Buitrago: ¿Usted no va a ser candidato?

Rodrigo Londoño: En la décima conferencia lo planteé, con argumentos, nosotros no podemos polarizar. No teníamos la experiencia, la capacidad logística ni operativa, la mecánica política. Yo salía a caminar por Armenia y no sabíamos ni lo que íbamos a hacer y, claro, se vienen los que sí tienen la cancha, recogieron gente de la calle para que me tiraran piedra, agua, tomates, qué no hicieron; y así mismo pasó en Yumbo. Afortunadamente el corazón dio su mensaje y a raíz de eso [problemas de salud] suspendimos la campaña. Pero creo que hay posibilidad, por lo mismo que decía Pastor, la gente nuestra es muy comprometida. Haber estado en la confrontación era porque se tenía consciencia de lo que se estaba haciendo. Todos los cuadros dirigentes surgidos de la confrontación vienen con esa convicción, independientemente de que no se tenga la cancha o el conocimiento, se le meten a la tarea y la gente lo valora. Aquí tuve una audiencia de la Comisión de la Verdad sobre el tema de menores. Al terminar se me acerca una muchacha y me dice que su papá quería tomarse una foto conmigo. Le dije que claro, se acercó con su padre, un señor de mi edad, me dijo: “Mucho gusto, yo soy más uribista que Uribe, pero en usted creo, no vayan a desfallecer”.

Pascual Gaviria: ¿Cómo se sienten en las ciudades después de estar en la selva?, no solo en la política, porque cambia todo, la manera de vivir…

Pastor Alape: Yo respondo por Timo: ¡no en todas las ciudades se siente tan bien como en Medellín!

Rodrigo Londoño: En las últimas manifestaciones masivas, la del 21 de noviembre [el paro nacional de 2019], estuvimos aquí, unas siete horas y había gente joven que venía y me decía, no vengo a decirle que lo quiero, porque no lo quiero, las Farc le hizo [sic] mucho daño a mi familia, pero en ustedes creo, y se sacan una foto. Así varios.

Alfonso Buitrago: Ya tienen eslogan de campaña: “En ustedes creo”.