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Por Equipo QC
Las cifras, los programas, las inauguraciones, todo ese aparataje de simulación que es muchas veces el Estado, tienen para los ciudadanos una utilidad riesgosa: convertirse en el blanco más fácil de ubicar, el más visible, el norte para nuestras esperanzas y desilusiones. Encontramos una manera fácil para dirigir nuestra indignación o nuestros agradecimientos.
En tiempos de pandemia la mayoría de las miradas están sobre los gobiernos: sus medidas de salvaguarda, sus admoniciones revestidas de ciencia, sus discursos cada vez más sermoneros, sus logros para multiplicar las camas y vacunar a los enfermos.
Medellín ha vivido todo esto en medio de un momento político particular. Un enfrentamiento declarado por parte de la administración municipal contra una parte del sector privado. En muchas ocasiones la lógica pública debe suponer un contrapeso a las lógicas privadas que por definición buscan un margen más amplio de ganancias y una lista más estrecha de beneficiarios. Muchas veces lo público debe interponerse, proteger, equilibrar o francamente plantarse frente a intereses injustificables.
Pero otra cosa es cuando el representante del Estado, el muy limitado inquilino —por el tiempo de su encargo—, decide amparar sus decisiones bajo el señalamiento a una especie de secta maligna recién descubierta. En Medellín, el alcalde decidió señalar a un grupo de empresas para encarnar ese demonio que le ayuda a esconder y justificar desafueros, mezquindades, truculencias.
Es un reto de los ciudadanos poner a los mandatarios, con sus virtudes y sus miserias, en un punto medio, darles un lugar adecuado en las indignaciones y los aplausos. Mediante un sencillo ejemplo queremos resaltar esa necesidad.
En septiembre de 2020, seis meses después de iniciada la pandemia en Colombia, el alcalde Daniel Quintero inauguró la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) número mil en la ciudad con el cierre orgulloso a un trino: “Promesa cumplida”.
Desde ese día la página oficial de la alcaldía, que publica los principales indicadores de la pandemia, mostró el número 1.000 en la casilla de las UCI disponibles. Las mil camas fueron una ficción hasta comienzos de abril de este año. De modo que durante cerca de seis meses de pandemia la ciudad no tuvo un indicador cierto de la ocupación de UCI: el número de camas declaradas día a día por la alcaldía no se correspondía con la realidad y ese dato falso viciaba la toma de decisiones vitales. La página de la gobernación fue la encargada de mostrar la situación real de alarmas y riesgos sobre el cuidado crítico en Medellín.
¿De dónde saca sus camas UCI la ciudad?
En marzo de 2020, cuando se anunció el primer caso de covid en el país, los hospitales públicos de la ciudad tenían ochenta (80) Unidades de Cuidados Intensivos. El Hospital General Luz Castro de Gutiérrez (del Municipio de Medellín) tenía 23 camas UCI; el Hospital La María (de la Gobernación de Antioquia), 13; y la IPS Universitaria (corporación mixta conformada por la Universidad de Antioquia y la Fundación Universidad de Antioquia), 44. Las diecinueve IPS privadas de la ciudad aportaban 262 camas de cuidados intensivos.
La discusión pública y de redes sociales se ha centrado, más para mal que para bien, en un actor protagonista en los medios y de reparto en los hechos. Muchas veces las oficinas de La Alpujarra pierden papel en la realidad y ganan luces en las pantallas. Un riesgo creciente para la verdad e incluso para muchas decisiones democráticas. Para corregir el desbalance en la atención de los medios y la ciudadanía, y para desmentir algunas de las ficciones impulsadas desde la administración municipal, es importante dar una mirada en detalle a la evolución de la capacidad de cuidado intensivo en Medellín.
En medio de esta pandemia los mayores esfuerzos han resultado insuficientes incluso en países con mayores recursos. Los hospitales se han visto desbordados en ciudades de Italia, Suiza, Reino Unido, Bélgica, México, Brasil… Pocos países han evitado esa lista de espera agonizante. Una realidad que ha alentado una cierta resignación que se hace necesaria en medio de la pandemia.
La verdad, la sensatez, el intento por sumar antes que señalar, el rechazo a la mezquindad política frente a la muerte, el reconocimiento a los esfuerzos conjuntos son también necesidades apremiantes en estos tiempos.
En Medellín el alcalde se ha ocupado sobre todo de los alardes tempranos —ventiladores mecánicos que todavía son un experimento, aplicaciones que hoy son un recuerdo en los celulares de millones de ciudadanos—, los anuncios falsos —clínicas remodeladas que nunca lograron las UCI prometidas—, y las indulgencias en la opinión con esfuerzos ajenos —celebración de logros de ciudad como éxitos de su administración—.
En trece meses de pandemia, con corte al 21 de abril de 2021, la alcaldía logró crear 148 camas UCI: el Hospital General consiguió sumar 140 a las 23 existentes y el Hospital Infantil Concejo de Medellín pasó de 0 a 8 camas. La gobernación participó en la creación de 200 camas más, a través de La María, que adicionó 83, y la IPS Universitaria, que sumó 117 camas nuevas. En ese mismo período, los hospitales y clínicas privadas, con recursos propios y donaciones de empresas por más de veinte mil millones de pesos, aportaron 361 camas nuevas.
A la fecha, en el acumulado de existencias, el General y el Infantil suman 171 camas; La María y la IPS Universitaria, 257; y los hospitales y clínicas privadas, 625; para un total de 1053 camas UCI disponibles en la ciudad. La participación de la alcaldía en las UCI de la red hospitalaria de la ciudad es del 16 %. Esos son los datos de la realidad, otros los imaginarios en las redes sociales.
Una de las instituciones que mejor refleja los aportes del Estado y de la empresa privada es la IPS Universitaria. A pesar de presentar dificultades económicas en los últimos años, ha recibido apoyo para enfrentar el covid-19 de entes privados y públicos del orden nacional, departamental y local. Según su directora, Martha Cecilia Ramírez, los aportes son del orden de 12 mil millones de pesos, más tres mil millones aportados por la misma entidad y que se han invertido en infraestructura, dotación y elementos de protección para el personal asistencial.
“Si bien por nuestros fundadores tenemos una vocación pública importante, diferentes entidades nos han ayudado con recursos para cubrir la pandemia. Empresas Públicas de Medellín, la Fundación EPM y otros actores han hecho posible la expansión necesaria para la atención de estos pacientes”, explica Ramírez.
Vale decir que en la instalación de nuevas UCI en la ciudad, tanto en el sector público como en el privado, el gobierno nacional ha tenido una participación importante en la entrega de ventiladores mecánicos y monitores, equipos que representan buena parte del costo de equipamiento de una Unidad de Cuidado intensivo.
Al inicio de la pandemia, la red hospitalaria de Medellín (pública, mixta y privada) tenía 13 camas UCI por cada 100 mil habitantes. Trece meses después, contamos con 28 camas por cada 100 mil habitantes (se toma como referencia una población de 2 500 000 habitantes para Medellín).
De acuerdo con el último comunicado de la Asociación Colombiana de Medicina Crítica y Cuidado Intensivo (del 20 de abril), “Colombia registra 12 553 camas totales de cuidados intensivos de adultos, que es 2.3 veces la oferta inmediatamente antes de la pandemia”. Y añade: “La evidencia ha demostrado que los países de Europa con índices de accesibilidad (IA) menores de 12 camas UCI por 100 mil habitantes, como Italia, Francia, Suecia e Inglaterra, tuvieron un mayor cociente de fatalidad que los países con mayor IA. Colombia, con un IA de 24,6 solo fue superado por Austria, Estonia y Alemania”.
Los esfuerzos conjuntos realizados en Medellín por las empresas privadas y las entidades públicas a cargo del sistema de salud, además del compromiso del personal médico, prevén un alto impacto en términos de vidas salvadas. Así mismo, es importante señalar, de cara a un futuro pospandemia, el enorme déficit acumulado con el que cargaba la red pública y que apenas en unos ámbitos la pandemia ha permitido disminuir.
De las falsas promesas al cambio de una letra. Unidades de Cuidado Respiratorio Intermedio (Ucri)
En medio de la pandemia, cuando el crecimiento de las Unidades de Cuidado Intensivo se hacía más difícil, surgió una solución intermedia para aliviar la carga al sistema por pacientes críticos con covid. Las Unidades de Cuidado Respiratorio Intermedio (Ucri), una idea que ha tenido resultados positivos en otros países e impulsada en Antioquia por algunas EPS privadas, fueron concebidas como espacios de cuidados avanzados con énfasis en pacientes de riesgo alto y moderado con problemas respiratorios derivados del covid. Las primeras Ucri se acondicionaron en julio de 2020 en hospitales y clínicas privadas.
Según Martha Cecilia Ramírez, a las Ucri se remiten aquellos pacientes que “están a punto de caer a una UCI, pero que ya no necesitan la terapia invasiva que se hace con ventilador, sino que probablemente los podemos soportar con un equipo de alto flujo que cuesta cerca de 20 millones de pesos, a diferencia de un ventilador de cuidados intensivos que ronda los 98 o 100 millones”.
Los resultados clínicos han demostrado que 8 de cada 10 pacientes que han pasado por ese cuidado intermedio respiratorio han evitado su llegada a una UCI y han podido ir a recuperación en casa o a hospitalización de baja complejidad. De otro lado, las Ucri han servido para que pacientes recién extubados puedan salir más pronto de la UCI, lo que facilita habilitar más rápidamente el cuidado crítico para pacientes más graves.
“Si el departamento no tuviera esa estrategia, la situación sería mucho más compleja en este momento. En los últimos meses hemos atendido en Ucri alrededor de 2 500 pacientes con una mortalidad inferior al uno por ciento”, apunta Lina Bustamante, secretaria de Salud de Antioquia.
En el caso de Medellín, cuando se montaron las primeras Ucri el año pasado, el alcalde Quintero ya sabía que iba a ser imposible instalar una sola Unidad de Cuidado Intensivo en la promocionada Clínica de La 80, donde la administración ha invertido más de veinte mil millones de pesos. Cuando comenzaron los trabajos allí —un cascarón abandonado luego de la liquidación de la EPS Saludcoop—, la alcaldía aseguraba que se instalarían Unidades de Cuidados Intensivos.
Trabajadores del sector salud consultados para este artículo ubican en julio de 2020 el momento en que el alcalde conoció las Ucri que ya se habían instalado en la ciudad. Quintero decidió, entonces, y sus declaraciones del momento lo dejan claro, que las dificultades para instalar UCI las superaría cambiando una letra. De modo que cambió las promesas de UCI en la Clínica de La 80 por ‘Unidades de Cuidado Respiratorio Especial’ (Ucre). Una mutación ingeniosa para paliar la imposibilidad probada de crear allí nuevas camas UCI. Sus declaraciones tenían el orgullo característico: “Vamos a tener todas las camas de la Clínica de La 80 con ventiladores y con un sistema de oxigenación temprana. Si la persona se agrava, inmediatamente la conectamos al ventilador y se prepara para ser trasladado a la red hospitalaria”. En ese momento, la alcaldía aseguró que se llegaría a 220 camas en la “primera Unidad de Cuidados Respiratorios Especiales” en la Clínica de La 80.
Hace una semana la secretaria de Salud del municipio, Andree Uribe, dejó claro en la reunión oficial del Centro Regulador de Urgencia y Emergencias (Crue) que en la Clínica de La 80 había 10 Unidades de Cuidado Respiratorio Especial. Una letra más y muchos números menos.
Esta cifra pudo ser confirmada a través de datos entregados por la misma secretaria de salud de Antioquia, quien aseguró —con corte al 19 de abril— que el departamento cuenta con 341 Ucri, de las cuales 287 están en 24 instituciones privadas, y 54 en entidades públicas de Envigado (22), Yarumal (10), Santa Fe de Antioquia (5) y 17 más en Medellín (10 en la Clínica de La 80 y 7 en La María).
En el peor momento de la pandemia las Ucri han crecido como nunca gracias al trabajo de la gobernación, algunas IPS y EPS. Muy buena parte de ese crecimiento se ha dado en el último mes, cuando el pico de contagios y, por tanto, el tope de ocupación UCI se insinuaba. A finales de marzo nueve clínicas privadas, la IPS Universitaria, la EPS Sura y Comfama se juntaron para instalar las 287 Ucris mencionadas y evitar un drama mayor al que ya viven la ciudad y el departamento.
En Medellín, buena parte de la discusión ciudadana y de los reclamos políticos se centraron en la mentira sobre un número redondo: 1 000 camas. Pero la mentira de fondo, el error que ocupó todos los picos, es la falta de una perspectiva que incluya todos los esfuerzos de eso que llamamos “la primera línea”. La alcaldía de Medellín se ha dedicado a la propaganda, la pauta soberbia y falaz, cuando otros han hecho el trabajo conjunto y han guardado el silencio apropiado para las peores horas.