El Chino. La vida
del fotógrafo
personal de
Pablo Escobar
La historia detrás del Chino, el fotógrafo de la mafia, quien registró durante más de una década todo tipo de encuentros…

Autor

Alfonso Buitrago
Londoño

Fotógrafo

Édgar Jiménez
Mendoza

El chino. la vida
del fotógrafo
personal de
pablo Escobar

La historia detrás del Chino, el fotógrafo de la mafia, quien registró durante más de una década todo tipo de encuentros…

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Autor

Alfonso Buitrago Londoño

Fotógrafo

Édgar Jiménez Mendoza

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El sábado 3 de diciembre de 2022 en Madrid, se estará realizando la presentación del libro “El Chino. La vida del fotógrafo personal de Pablo Escobar”, en conversación con su autor Alfonso Buitrago Londoño.


La Parcería CCEDA || Calle Martín de Vargas, 13, Madrid || @LaParceria

Después de muchos tropiezos, llega por fin el libro de El Chino, la vida del fotógrafo personal de Pablo Escobar. 400 páginas y un centenar de imágenes narran la vida intensa y polifacética de Édgar Jiménez. Una publicación de Universo Centro con el apoyo de Grámmata. Este miércoles a las 7:30 p.m. conversaremos sobre este proceso con Alfonso Buitrago, Edgar Jiménez "El Chino", Omar Rincón y Pascual Gaviria.

 

Adelantos

Pablo Escobar en el colegio: la educación de un capo

Dos compañeros de clases del futuro capo del Cartel de Medellín charlan sobre aquel adolescente gordito que apenas comenzaba el bachillerato en el Liceo Antioqueño en los años sesenta. 

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El retratista de la mafia

Ser el fotógrafo personal de Pablo Escobar es una revelación que dura toda la vida. El Chino se encontró esa tarea cuando su antiguo compañero ya era dueño de un zoológico.

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Las jugadas del Maracaibo

Pablo Escobar es un aparecido, un fantasma que asoma donde menos se piensa. En recuerdos inesperados y cuartos oscuros.

Leer crónica

El retratista de lo inminente

Un capítulo del El chino, en su faceta de cronista que escribe con el lenguaje del alma que marcó su época, según sus afanes y anhelos.

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Historia

Conocí al Chino en una jornada periodística con Jon Lee Anderson, reportero de The New Yorker, quien vino a Medellín en septiembre de 2017 a indagar por las razones de la “resurrección” de la imagen de Pablo Escobar y la popularidad de los “narcotours” en la ciudad. 

El éxito de las “narconovelas” y, en particular, de la serie Narcos de Netflix ayudó a revivir el fantasma del Capo y a convertir a Medellín en un parque de atracciones narco para extranjeros, quienes vieron una oportunidad fácil y económica de hacer “turismo oscuro” y de acceder a una “experiencia” de vida traqueta. 

Luego de la publicación del reportaje de Anderson en la revista The New Yorker, titulado The Afterlife of Pablo Escobar, en marzo de 2018 me interesé por indagar más en la vida de ese fotógrafo que había concido a Escobar en el colegio, y que por esa simple casualidad terminó siendo testigo excepcional de los años de ascenso del mayor narcotraficante del siglo XX, luego convertido también en uno de sus peores asesinos.

Empecé a visitar con frecuencia al Chino en su apartamento del barrio Aranjuez para conocer a fondo su archivo fotográfico y entender el contexto en que esas fotos habían sido tomadas. Visitamos juntos los barrios donde transcurrió su infancia y adolescencia, cuando compartió salón de clase con Escobar en el Liceo Antioqueño y se hizo militante de la Anapo en una reunión política con el congresista Israel Santamaría en el barrio Las Palmas, a principios de los años setenta.

En su casa entrevisté a varios de sus familiares y en el Club de Billares y Ajedrez Maracaibo, en el centro de Medellín, a muchos de sus amigos más cercanos, también ex compañeros de Escobar del colegio, y quienes tenían interminables historias de su relación y encuentros con el capo convertido en mito. 

Las conversaciones en el Maracaibo solían estar acompañadas de aguardiente y cuando contaban sus relatos ebrios ninguno de los presentes parecía haber salido del encuentro con la leyenda en plenitud de sus cabales. El relato de las marcas que tenían en sus vidas era la memoria a muchas voces de la identidad de una ciudad que fue epicentro de uno de los capítulos más excéntricos y violentos de la llamada “guerra contra las drogas”, impuesta por los Estados Unidos a los países protagonistas de la cadena del negocio global de estupefacientes.

Con cada encuentro con el Chino iba descubriendo aspectos particulares de su vida que lo alejaban del simple rótulo de ser “el fotógrafo de Escobar” y lo acercaban a ser un “protagonista marginal”, anónimo, que encarnaba con su experiencia y fotografías varios de los hechos históricos que marcaron las últimas décadas del siglo XX en Medellín y Colombia. 

De la mano de Israel Santamaría, quien fue congresista de la Anapo en los años setenta y uno de los fundadores del M19, el Chino ingresó a una de las primeras células urbanas de esta guerrilla, donde fue fotógrafo y cumplió tareas de logística y difusión, que lo llevaron a estar cerca de operativos subversivos emblemáticos, como el robo de las armas del Cantón Norte del Ejército o la famosa operación de El Karina. 

Siempre estudioso y aplicado, se forjó un carácter comprometido con las convicciones de la izquierda latinoamericana de su época; y hábil para el anonimato y de una lealtad incontrovertible, se ganó la confianza de sus superiores. Entró en contacto e hizo amistad con militantes del Partido Comunista y de la recién creada Unión Patriótica y fotografió a muchos de los líderes que después cayeron asesinados a manos del paramilitarismo anticomunista de los años cohenta.

Esas características de su personalidad explican su papel como fotógrafo y cercanía  con Pablo Escobar y el entramado del Cartel de Medellín. Su mirada crítica de la sociedad y su visión desdeñosa de la ambición y el arribismo que trajeron consigo el dinero del narcotráfico, lo mantuvieron al margen de las actividades ilegales y de sus venganzas y lo convirtieron en un sobreviviente. En sus fotografías de encuentro familiares y eventos sociales de Escobar abundan también los muertos de todos los bandos de la guerra contra las drogas. 

Durante meses fui acumulando horas y horas de grabaciones de entrevistas, cuyos relatos iban componiendo voluminosos pies de fotos de sus fotografías. En las revisiones de su archivo empezamos a encontrar temas y patrones que iban componiendo una especie de álbum de páginas antisociales.

El Chino abrazó la propuesta de que escribiéramos un libro donde su vida y las historias que acompañaban a sus imágenes fueran las protagonistas, y por varios años me convertí en su amanuense y confidente. El reto que se me imponía como autor era escapar a la redundancia y el hartazgo existentes con respecto a las historias relacionadas con Pablo Escobar. ¿Qué más quedaba por contar? ¿Era necesario contribuir a la ya abultada producción de contenido local e internacional, que machacaba, oscurecía y confundía la memoria histórica de Medellín?

Llegó la pandemia, el Chino se encerró por varios meses y yo fracasé en varias oportunidades en mi intento de completar un relato que diera nuevas luces sobre lo que Medellín había vivido. Con una beca de la Alcaldía de Medellín, terminé una primera versión del libro y en la Fiesta del Libro de 2021 me atreví a anunciar su publicación con la editorial Universo Centro, a través de una campaña de crowdfunding. 

En la organización del archivo del Chino, en la curaduría de las fotografías que finalmente harían parte de la publicación y en la revisión del manuscrito me di cuenta de que nuevamente había fracasado, que no tenía el libro que quería. Entonces tuve que reescribirlo. Es la única explicación que puedo dar al hecho de que un año después de anunciado, apenas ahora esté publicado y disponible para quienes apoyaron generosamente y a ciegas la propuesta de preventa y los nuevos lectores que, sin prevenciones, se interesen por conocer la vida del Chino.

Creo que su historia ayuda a explicar la forma en que el narcotráfico y la guerra contra las drogas se apoderaron de la economía, la política y la cultura locales, causándole a nuestra sociedad una especie de confortable entumecimiento al principio, similar al efecto de consumir cocaína, que favoreció el esplendor del negocio en Medellín en las décadas del setenta y ochenta del siglo pasado, y que luego nos produjo una resaca violenta con decenas de miles de muertos. 

Y no importa que nos genere vergüenza, negación o cansancio a hablar de ello, el mito de Escobar sigue ejerciendo atracción en las generaciones actuales. El fotolibro del Chino es un intento de hacer memoria de lo narco desde un cuarto oscuro.

Autor

Alfonso Buitrago Londoño

(Medellín, 1977). Cronista, editor y productor de contenidos transmedia. Cofundador de la plataforma transmedia NarcosLab. Narrativas entre líneas, dedicada a promover discusiones públicas, investigaciones y nuevas narrativas sobre la memoria histórica de lo narco. Ha publicado los libros El 9. Un fotógrafo en guerra (Tragaluz, 2015) y El hombre que no quería ser padre (Planeta, 2012) y es coautor de ¿De quién hablan las noticias? Guía para humanizar la información (Icaria, 2007).

Es Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, beca de Creación en Periodismo Narrativo de la Alcaldía de Medellín y en Crónica del Museo Casa de la Memoria, becario del Ministerio de Cultura y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. En la actualidad, es editor digital del periódico El Colombiano.

Fotógrafo

Édgar Jiménez Mendoza

(Medellín, 1950). Nació en la época conocida como La Violencia. Culminado su bachillerato ejerció como fotógrafo de sociales para costearse sus estudios universitarios, que no concluyó. Después incursionó en la fotografía política con la Anapo, del general Rojas Pinilla, fue militante del M-19 y de Esperanza, Paz y Libertad, de la desmovilizada guerrilla del EPL.

En los ochenta fue el fotógrafo personal de Pablo Escobar y uno de los coordinadores de su campaña política al Congreso. En esa misma época fue pionero de la fotografía porno en Colombia. Sus fotografías de Escobar han sido usadas en numerosos documentales y producciones internacionales sobre la vida del capo del Cartel de Medellín.

Artículos publicados

Encuentra todos los artículos, notas de prensa y entrevistas que se han realizado sobre el libro y su lanzamiento. 

Sin importar sus atroces crímenes, la historia de Pablo Escobar sigue despertando la curiosidad de locales y extranjeros.

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Diciembre me deparó un viaje a Medellín del que regresé cargado de biografías. Se trata de un par de joyas sobre la historia y trayectoria de dos singulares fotógrafos paisas: El Chino. La vida del fotógrafo personal de Pablo Escobar, escrita por Alfonso Buitrago Londoño, y El ojo de dios: la historia del fotoperiodista Henry Agudelo, escrita por Róbinson Úsuga Henao. Hoy me centraré en el libro de Buitrago y la próxima vez en el de Úsuga.

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Alonso Salazar escribe sobre el libro
El Chino, que retrata la vida del fotógrafo de Pablo Escobar, Édgar Jiménez.

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Con la experiencia ganada como fotógrafo
de campañas políticas, a finales de 1978 el
Chino fue por primera vez a Puerto Triun
fo por invitación de Nelson Cardeño, quien
tenía familiares políticos en el entonces co
rregimiento de San Luis, en el Magdalena
Medio, y que estaba celebrando su declara
ción oficial como municipio durante la go
bernación de Jaime Sierra García.

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En este perfil, el periodista traza la silueta de quien retrató, sin quererlo, una parte de la historia de Medellín.

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Edgar Jiménez es el personaje principal del fotolibro que lanzará el periodista, un título que se mete en la época más oscura del país.

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MEDELLÍN, Colombia — When the Jeep pulled up to the gates of the estate, Edgar Jiménez says, he knew only that he would be meeting with a local millionaire, the owner of a 7,400-acre property with about 30 artificial lakes and exotic animals from around the world.

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El nombre de Pablo Escobar se hizo reconocido por su infamia. Sus atroces crímenes y su influencia en el narcotráfico lo convirtieron en uno de los protagonistas de una de las épocas más oscuras de Colombia.

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‘El Chino’ conoció de niño a Escobar y, pasado el tiempo, se convirtió en su fotógrafo personal. Se permitía llamarle ‘Pablo’ y patearle en los partidos de fútbol de su mansión. “Era un ser amable, cálido, sencillo, un padre amoroso… pero el poder logró corromperlo”, dice.

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El sujeto conocido como El Chino contó que sintió alivio con su muerte, porque sabía que el narcotraficante era muy malo pese a todo lo que hizo por su comunidad.

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El nombre de Pablo Escobar hace eco en todo el mundo. Este personaje logró tener relevancia en la prensa internacional gracias a sus múltiples delitos en organizaciones dedicadas al narcotráfico.

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Édgar Jiménez Mendoza, más conocido como ‘El Chino’, cuenta sus primeros trabajos fotográficos para el “capo de capos”.

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En la portada del libro El Chino. La vida del fotógrafo personal de Pablo Escobar se ve a ‘El Chino’ cuando tenía 30 años. Está sentado en la trompa de un elefante en la Hacienda Nápoles.

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El Chino, su fotógrafo personal, fue la sombra del bandido durante su guerra al Estado colombiano en los años ochenta.

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El Chino, como se le conoce, conserva un valioso archivo de la cotidianidad y de la vida social y política del extinto narcotraficante.

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Pablo Escobar era un asesino en masa, capo de la droga, y a menudo se le conocía como el Robin Hood colombiano. Numerosas series, también en Netflix, cuentan su historia. Sin embargo, no toda la historia, como critican ahora los afectados y las víctimas.

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Once the world8217s most notorious outlaw Pablo Escobar is now commemorated in books TV shows tours and souvenirs.

In Colombia, a drug lord’s posthumous celebrity brings profits and controversy.

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